domingo, 1 de octubre de 2017

Octubre

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Este es otro patético intento de mi persona por intentar explicar las ideas tópicas que siento cada vez que empieza algo.

Para mi octubre es cuando realmente comienza el otoño, mi mes favorito, periódo de poetas mohínos; El cielo está siempre gris y las hojas, color carmesí, comienzan a caer.
Octubre es este hastío que siento al quedarme en casa, leyendo una novela de pacotilla, o alguna que otra rima suelta, mientras el cielo comienza a plañir; me gusta el color ceniza que tengo sobre la cabeza, que me tizna las ideas.
Me he comprado un par de pinceles, mancharé algún cuaderno, empezaré a plasmar algún pensamiento, intentando no destrozar mis bosquejos.
Bosquejos, bosquejo, bosque, me gustan los bosques, me parecen bonitos, sobre todo en esta estación; no me quejo.
Disfruto al ver cómo crepita la hoguera, mucho más que cualquier cielo de verano, mucho más que cualquier frígida nevada, mientras leo Hamlet u ojeo cualquier revista de tres al cuarto, entretanto disfruto de un té, cuyo olor inhunda el salón, aprecio ese perfume, huele a fruta.
Me gusta salir a caminar cuando llueve, me siento debajo de cualquier árbol, obviando que el suelo está mojado, y comienzo a escuchar cualquier canción fortuita que aparezca en mi lista de reproducción. Suelen ser melodías que no entiendo, que encomían mujeres, o que sollozan por hombres.
Vino octubre, aún estoy procesando muchas cosas, cómo que las personas a las que más quiero ya no están en mi jardín ¿A dónde se supone que tengo que huir?
Los sentimientos siguen consumiéndome más que cualquier cigarro, y siguen abrasando más que un cúmulo de brasas.
Sufrir es de imbéciles.

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