martes, 5 de marzo de 2019

Tampoco es que crea en el destino


No me hace falta ninguna.


Esta epopeya la entonan los aedos
estrella brillante, te rozo
con la punta de mis dedos
y corro, detrás de aquel trozo.

Hace siglos, nos unió este hilo
de lana roja, y amor dolido.

Cielos plomizos, deshechos
se ciernen sobre los campos
y los cuervos al acecho
sueltan graznidos roncos
de escarlata estampados.

Mi cuello lo adorna una soga,
zarzas que cortan mis brazos
mi boca grita pero se ahoga
y los juegos que dañan mis lazos;
quizá de noche, en sueños
podremos encontrarnos de nuevo.

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